La violencia que se extiende por el estado de Borno, en el noreste de Nigeria, ha obligado a personas como Adama a abandonar sus hogares. Ella vive ahora en un campo para personas desplazadas en Pulka, una pequeña ciudad de guarnición situada a 115 kilómetros al suroeste de Maiduguri, la capital del estado. Adama es solo una de las cerca de 37.000 personas desplazadas que intentan sobrevivir aquí.
“Tenemos que agradecer que ahora tenemos agua, pero no solemos tener suficiente cuando comienza la época de sequía y calor”, dice Adama.
La temporada seca y calurosa en la parte de África occidental conocida como el Sahel suele durar desde noviembre hasta mayo. Ni una sola gota de lluvia toca la agrietada tierra durante casi siete meses, mientras que el Harmattan, un viento seco procedente del desierto del Sahara, trae consigo arena y aire caliente durante el día, y aire frío por la noche.
La escasez de agua provoca falta de recursos y el desarrollo de enfermedades
La temperatura puede pasar de 9 a 35 grados centígrados en un día. Este clima extremo era un reto para los agricultores locales incluso antes de que comenzara el conflicto armado en Borno. Ahora, tras 10 años de violencia, la situación ha empeorado debido al elevado número de personas desplazadas, a las limitadas tierras de cultivo y agua potable, y a la falta de recursos básicos para producir alimentos.
Incluso si la gente consigue de alguna manera producir alimentos, a menudo tienen que cambiarlos por agua. En algunos lugares, hay grupos que ganan dinero vendiendo agua de los puntos preexistentes o de los construidos por organizaciones humanitarias, a las personas desplazadas, a veces por los líderes de la comunidad. A menudo, las personas solo pueden conseguir agua contaminada o que no está debidamente tratada con cloro, lo que puede causar problemas de salud, especialmente para los niños y niñas, que son uno de los grupos más vulnerables.
Las organizaciones encargadas del agua y saneamiento en la zona construyeron recientemente un lago artificial, o un “estanque”, como lo llaman los lugareños. Sin embargo, debido a que una de las unidades de tratamiento de cloro no funciona, y como no hay conexión con el sistema de bombeo, el estanque ha tenido poco impacto y las personas lo utilizan sobre todo para lavar la ropa o dar de beber al ganado.
“El problema de la escasez de agua es muy grave” dice Fati, otra persona desplazada que se ha instalado en Pulka. “Cuando tenemos dinero, compramos agua del pozo, pero si no tenemos, debemos ir a buscarla al estanque y esto hace que nuestros hijos e hijas se enfermen”, explica.
Por otro lado, también se introdujo el transporte de agua en camiones, como solución temporal, por parte de diferentes organizaciones encargadas del agua y saneamiento. Sin embargo, los problemas logísticos debido a los frecuentes cierres de la carretera principal a Maiduguri, hacen que esta opción no sea fiable, por lo que los y las residentes de Pulka no tienen más remedio que utilizar el agua del estanque. Incluso cuando hay suficiente agua, el mayor problema es la calidad de este recurso esencial.
Llegar a fin de mes
La mayoría de la gente no dispone de tierras cultivables ni de agua para cultivar sus alimentos en los campos para personas desplazadas porque no hay espacio suficiente; además, la situación fuera de este lugar es demasiado peligrosa. Las tierras de cultivo se encuentran en la periferia de Pulka, fuera de las trincheras y vallas que hacen que la ciudad sea más resistente a los ataques e intrusos, pero que también aíslan a la gente del mundo exterior. En estas condiciones, es de esperar que haya estrés, tensión, e incluso conflictos entre la misma población.
“A quienes tenemos cuatro o cinco bidones se nos suele pedir que esperemos a que los propietarios de carretas de la comunidad saquen agua antes de que podamos conseguirla”, explica Maryam, otra residente del campamento. “Hay hombres que controlan los puntos de agua; ellos son los que suelen decirnos que esperemos nuestro turno en la fila”.
“Pero no solemos esperar”, continúa Maryam. “Nos abrimos paso a la fuerza para conseguir el agua cuando la persona que está en el punto de agua ha terminado de llenar sus bidones. Y esto, en la mayoría de los casos, provoca peleas y accidentes”.
Afecta gravemente a los niños y niñas
Desde Médicos Sin Fronteras (MSF) gestionamos un hospital de 97 camas en Pulka, ofreciendo atención médica general y especializada de manera gratuita a todas las personas, incluidas las desplazadas. En 2020 atendimos a alrededor de 58.000 pacientes en el servicio ambulatorio del hospital; y las infecciones de las vías respiratorias y enfermedades causadas por el agua contaminada constituyen la gran mayoría de las enfermedades que tratan nuestros equipos.
También llevamos a cabo actividades periódicas de educación sanitaria en los campos para personas desplazadas, donde se habla sobre la importancia del agua limpia, especialmente cuando el agua es un recurso escaso y tan valioso.
Cecilia acudió al hospital porque su bebé tenía diarrea.
“Tiene dolor abdominal y escurrimiento nasal. El dolor abdominal hace que defeque con agua”, dice Cecilia. “Solemos obtener agua potable del pozo solar por la mañana. Si no fuéramos a esa hora, no tendríamos agua”
“A veces bebemos agua del estanque local, pero solo si tenemos los productos químicos para tratarla”, continua Cecilia. “Pero por ahora, no bebemos el agua de ahí porque los niños y niñas juegan y se bañan en ella”.
Mohamed, otro paciente del hospital, pidió a los proveedores de agua y saneamiento que tomaran medidas serias para mejorar las condiciones actuales.
“Obtenemos nuestra agua del estanque. Pero tiene mucha suciedad; no está tratada y por eso tenemos constantemente problemas estomacales y enfermedades relacionadas con ello”, dice Mohamed. “Nuestro mayor problema aquí, en Pulka, es el agua, ya que nos provoca dolores abdominales. Desde hace unas dos semanas no me siento bien. Estamos apelando a los responsables para que arreglen nuestros pozos ya que algunos no funcionan”, explica.
“Hay una clara falta de coordinación y comunicación entre las diferentes organizaciones que se encargan del agua y saneamiento aquí, lo que repercute en la situación”, explica Siham Hajaj, nuestro coordinador general en Nigeria. “La población de Pulka necesita una acción inmediata de las organizaciones humanitarias para poder mejorar tanto el acceso, como la calidad del agua potable. Si las organizaciones encargadas del saneamiento del agua no actúan de inmediato, seremos testigos de un sufrimiento mayor por parte de las personas de esta localidad”.