El reciente estallido de violencia en los territorios de Rutshuru y Nyiragongo está empeorando una situación humanitaria ya de por sí grave, con un total estimado de 1,6 millones de personas desplazadas y más de 2,5 millones con grandes necesidades en la provincia de Kivu del Norte a junio de 2022.
“Dormimos fuera. Construí este refugio con palos de madera. Voy a conseguir hojas de plátano y eucalipto para cubrirlo, así al menos los niños estarán un poco protegidos”, dice Ponsie. Cuando él y su familia llegaron a Rumangabo, las aulas de la escuela ya estaban llenas, y no les quedó más remedio que instalarse en el patio.
En el estadio Rugabo de Rutshuru se han congregado más de 1.400 familias. ACNUR ha construido albergues comunitarios pero, aun así, las condiciones siguen siendo extremadamente precarias: unas 35 familias comparten una tienda de campaña de 18 por 5 metros.
“Cuando llueve, el agua inunda el suelo de los refugios y pasamos la noche en el agua”, dice Agrippine N’Maganya. Llegó a Rutshuru con seis de sus diez hijos hace más de cuatro meses. “Los otros ya deben estar en Uganda… no tengo noticias de ellos desde el vuelo”, continúa.
“La proximidad de los asentamientos para personas desplazadas, combinada con la falta de duchas y letrinas, es un factor de riesgo importante para la propagación de enfermedades como el sarampión o el cólera”, dice Bénédicte Lecoq, coordinadora de emergencias de nuestra organización.
Escasez de alimentos en Kivu del Norte
A la falta de vivienda se suma la escasez de alimentos:
“No tenemos nada para comer. A veces, personas que conozco de mi pueblo me dan algo de comida que recogieron en los barrios”, cuenta Obed Mashabi, que encontró refugio en el estadio de Rugabo a finales de marzo.
“Comemos hojas hervidas de lunes a domingo”, agrega Ponsie. “Mi esposa las toma de campos ajenos, preguntando primero a los dueños. Hay ayuda mutua porque la comunidad sabe cuánto estamos sufriendo. Comparten lo poco que tienen”.
“Las personas que tratamos tienen sus estómagos vacíos”, explica Lecoq. “Es necesario aumentar las distribuciones de alimentos o la situación podría empeorar aún más”.
En el hospital general de referencia de Rutshuru, la unidad que apoyamos para tratar a niños y niñas con desnutrición severa ha estado llena durante varias semanas, con una tasa de ocupación de camas del 140%. En las instalaciones médicas que nuestros equipos están apoyando en los territorios de Rutshuru y Nyiragongo, el promedio de consultas a menudo supera las 100 diarias. Las tres principales enfermedades que tratan son la malaria, las infecciones respiratorias y la diarrea.
“Dada la magnitud de las necesidades, nuestros equipos no pueden estar en todas partes. Las estructuras de salud están desbordadas y se enfrentan a una grave falta de medicamentos. Ante esta emergencia, más actores deben movilizarse para garantizar que todas las personas puedan acceder a la atención”, asevera Lecoq.
Más allá de las necesidades inmediatas, las consecuencias a largo plazo para las comunidades afectadas también son motivo de preocupación. La mayoría depende de la agricultura, por lo que la falta de acceso a sus campos durante semanas o incluso meses podría exacerbar la inseguridad alimentaria de miles en la región.
“Tenemos comida en el pueblo, en los campos, pero no podemos regresar. La guerra continúa allí. Todo debe estar pudriéndose”, dice Obed.
La asistencia humanitaria es limitada
A pesar de que la crisis ha estado en curso durante varios meses, Agrippine, Ponsie y Obed lamentan la falta de asistencia humanitaria recibida hasta ahora. “Nunca he recibido ninguna distribución de alimentos, ni cuencos, ni ollas, nada”, dice Agripina. “Aquí no ha venido nadie. Si hubiéramos recibido ayuda, no estaríamos así”, agrega Ponsie.
Para Agrippine, cuanto más pasan las semanas, más disminuye la esperanza de volver a casa.
“No tengo ninguna esperanza de volver a casa pronto. No hay mejoría”, dice. Ponsie comparte su desánimo. “¿Por qué todavía hay guerra en Kivu Norte? Esta no es la primera vez que tenemos que huir. No sé cómo mis hijos pueden crecer en medio de la guerra”.
Desde nuestra organización, seguimos adaptando nuestra respuesta de acuerdo con la evolución de la situación y las necesidades de las personas. Estamos apoyando a los centros de salud en Rubare, Kalengera, Munigi y Kanyaruchinya, y establecimos dos clínicas temporales: una en el estadio de Rugabo en el centro de Rutshuru y otra junto al puesto de salud de Rumangabo, donde se han reunido muchas personas desplazadas.
También construimos letrinas y duchas en varios sitios y ayudamos a mejorar el suministro de agua. En Munigi, suministramos agua potable diariamente en cuatro puntos además del centro de salud y distribuimos kits de higiene (los cuales incluyen jabón, bidones y toallas sanitarias) a más de 1.000 hogares.