Annemarie Loof, nuestra coordinadora de operaciones en el país explica la situación que atraviesa la población congoleña.
«A día de hoy, República Democrática del Congo se enfrenta al mayor brote de Ébola registrado en el país. Múltiples actores están respondiendo al brote, y está llegando mucho dinero al país. Ocho meses después del inicio del brote, la epidemia sigue sin estar controlada, y los centros de tratamiento de Ébola se han convertido en objetivo de ataques.
Aun así las necesidades más allá del Ébola han mejorado. Los habitantes de República Democrática del Congo han estado luchando durante décadas con necesidades de salud recurrentes y de emergencia causadas por la violencia, el desplazamiento y los continuos obstáculos para el acceso a la asistencia médica; y la respuesta de la comunidad internacional aún es insuficiente.
Cada día, nuestros equipos en el este del Congo son testigos del dramático efecto de la violencia y la inseguridad sobre las personas. Tras cada estallido de violencia, la gente huye hacia zonas seguras. Esto sucede tan regularmente que podemos observar un ciclo de desplazamiento: un día las personas se ven obligadas a desplazarse, y al día siguiente esas mismas personas son la que acogen en sus hogares a otras víctimas del desplazamiento. Esto sucede una y otra vez.
“Sufrimos mucho cuando tenemos que huir al bosque. La última vez que huimos de nuestros hogares para vivir en el bosque, algunos de los nuestros murieron”. Estas palabras son de una mujer desplazada de 44 años que habló con nuestros equipos en el terreno. Por desgracia, esta es una historia habitual.
Afecta a todos: hombres, mujeres y niños. Muchos pueden estar desplazados durante periodos más largos, y otros se trasladan una y otra vez a zonas supuestamente seguras. Para algunos, es alejarse de sus hogares para siempre. Pero, a veces, no hay lugar seguro al que huir, lo que complica la situación. Además, para muchos, abandonar sus campos, su único sustento, no es una opción, así que se ven forzados a quedarse cerca de su casa a pesar del peligro.
Por desgracia, escuchamos muchas historias de padres que no han vuelto a ver a sus hijos desde que fueron expulsados de sus casas debido a la violencia. Muchos estaban trabajando en los campos cuando escucharon disparos. Nos cuentan que no tuvieron más opción que huir para salvar la vida, sin tiempo para encontrar a sus hijos.
El impacto directo de los enfrentamientos combinado con la violencia generalizada deja aún más en peligro a hombres, mujeres y niños, ya de por sí vulnerables. Tener que dejar tu casa porque te han dicho que los combates llegarán pronto a tu pueblo implica que tienes que recoger lo que puedas y huir rápidamente. Las personas no tienen más opción que buscar refugio en el bosque, y quedar totalmente expuestos a los elementos, sin mosquiteras, sin instrumentos de cocina para preparar comida y sin acceso a agua limpia, lo que aumenta el riesgo de malaria y de enfermedades relacionadas con el agua.
Los combates también implican interrumpir el trabajo en los servicios de salud. El resultado, menos trabajadores de salud, y clínicas y hospitales con problemas de suministros médicos porque los medicamentos y el material no pueden llegar. Así que aquellas personas que logran llegar hasta los centros de salud a menudo se encuentran sin trabajadores o sin medicamentos con que tratarse. “He venido a esta farmacia dos veces antes la semana pasada, y otra vez me dicen que mi medicamento no está disponible” explicaba recientemente una mujer con un niño de 5 meses en sus brazos a nuestros compañeros.
Estas historias de desgracia no son una excepción; se han convertido en la norma para la población de República Democrática del Congo. Sin embargo, esta dura realidad no debe malinterpretarse como la nueva normalidad.
Sin muchos los retos para llegar hasta la población. Encontrar y llegar hasta las poblaciones desplazadas en zonas remotas es extremadamente difícil en terrenos duros, y aún más con la inseguridad en curso y ataques demasiado recurrentes a los trabajadores de salud.
La acción humanitaria independiente, con principios, puramente basada en las necesidades es cada vez más limitada en República Democrática del Congo. La financiación sigue siendo insuficiente para asegurar una respuesta adecuada. Cuando la ayuda llega al este del país, es a menudo insuficiente o llega demasiado tarde, dejando a las personas vulnerables privadas de la asistencia que tanto necesitan.
Es inaceptable.
En este contexto de crisis extendida, las dificultades de acceso a la salud resultan en un incremento de riesgos de salud para la población, debido a la inseguridad, a la dificultad del terreno, la pobreza y la vulnerabilidad. Es esencial pues fijarse en modelos alternativos de salud.
Esto significa que los sistemas de asistencia médica que estén adaptados al marco local, simplificados y diseñados para abordar las barreras que encuentran los pacientes. Un ejemplo serían los cuidados de pacientes con VIH estable. Si se separa las revisiones médicas de la entrega de medicamentos, los pacientes no tienen que desplazarse tan a menudo a las clínicas de salud. Mediante apoyo a nivel comunitario, los pacientes pueden obtener los medicamentos en las propias comunidades, salvaguardando el acceso regular a las medicinas mientras se reduce el número de veces que necesitan desplazarse.
Los actores humanitarios y los gobiernos donantes deberían desarrollar e implementar, incluyéndolos en el apoyo al Ministerio de Salud congoleño, modelos alternativos de salud para asegurar que los medicamentos llegan también a las zonas más remotas.
Tanto si la epidemia de Ébola está bajo control pronto como si no, las otras necesidades de millones de hombres, mujeres y niños congoleses tienen que abordarse: que muera un niño de sarampión es tan inaceptable como que muera una persona de Ébola.»