El conflicto deja numerosas víctimas de violencia sexual en el este de República Democrática del Congo, donde aumenta la presencia de hombres armados. Nuestros pacientes se enfrentan a traumas, estigma y embarazos no deseados.
B., de 36 años y siete hijos, es una de las 157 víctimas de violencia sexual que hemos tratado desde el pasado mes de abril. Procedente de Salamabila, una ciudad de aproximadamente 10.000 habitantes, B. recuerda cómo fue al campo de Machapano, “donde tres hombres armados se me acercaron y me violaron por turnos».
Por desgracia, la historia de B. no es la única. Según el padre Augustín, el párroco local, esta cifra solo es una parte de una realidad mucho más amplia. «Antes de la llegada de Médios Sin Fronteras (MSF), todos los casos denunciados de violencia sexual me llegaban a mí y estoy convencido de que los que conocemos hoy son una pequeña parte de los casos reales. Muchas mujeres y muchas parejas no quieren hablar sobre sus experiencias por temor a ser aisladas».
La ciudad de Salamabila se encuentra en el territorio de Kabambare, cerca del monte Namoya, donde un yacimiento de oro natural ha sido durante mucho tiempo una de las principales fuentes de ingresos para la población local. En 2012, varios enfrentamientos se desencadenaron para acceder a este oro y a la tierra local y, desde entonces, los habitantes sufren cada vez más marginación. No se ha llegado a ningún acuerdo, y la presencia de hombres armados en la zona ha aumentado constantemente.
Un conflicto que afecta directamente a la gente de Salamabila, que con frecuencia huye al monte cuando estallan las luchas. Además de los saqueos, los incendios y los daños en carreteras, se producen numerosas lesiones y víctimas cada vez que se inician los combates.
Mama H. es una de las pocas personas de la zona que brinda apoyo a víctimas de violencia sexual. Su papel es fundamental: una vez identificada la víctima de una agresión, le ofrece alojamiento y le brinda consejos e indicaciones para que pueda buscar tratamiento médico y psicológico. Según ella, el número de casos que recibe está estrechamente relacionado con la presencia de hombres armados en la zona: «Cuando hay enfrentamientos, vienen y violan a las mujeres. Incluso a mujeres embarazadas, niñas y ancianas», afirma.
Nuestra respuesta
En abril de 2018, después de identificar las necesidades de la población, decidimos intervenir para brindar atención médica a los grupos más vulnerables de la comunidad. En la región, apoyamos al hospital general de referencia de Salamabila y a tres centros de salud periféricos. También ofrecemos atención médica y psicológica a las víctimas de violencia sexual, una de las prioridades de nuestro trabajo.
Victorine, una doctora del equipo de emergencias, explica cómo se identifica a los pacientes. «Los trabajadores de salud comunitaria visitan las aldeas para transmitir información sobre nuestros servicios a la población. Cuando identifican a una víctima de violencia sexual, la llevan a un centro de coordinación local, desde donde la llevan al hospital o al centro de salud más cercano. Luego, los médicos realizan todas las exploraciones físicas y deciden el tratamiento que se va a administrar. Los psicólogos evalúan el nivel de trauma y hacen un seguimiento con el paciente en el hospital, o en su hogar en caso de que hayan podido regresar a casa».
También hemos establecido un programa llamado ‘The Men’s School’ (La escuela de hombres, en inglés), con el objetivo de educar a todos los hombres y esposos de la comunidad sobre casos de violencia sexual, para que puedan apoyar mejor a sus esposas, a sus hijas y a sus familias.
Para las víctimas de una agresión sexual, las consecuencias pueden ser desastrosas: estigma social, exclusión tanto de la familia como de la comunidad, enfermedades, embarazos no deseados y traumas psicológicos a largo plazo. «Mi esposo me abandonó y ya no quiere saber nada de mí. Hoy, mis siete hijos y yo vivimos con Mama H.», cuenta B. «Me gustaría cambiar mi situación y planeo volver a vivir con mis padres en Kasongo, pero sé que la gente me preguntará por qué volví. Prefiero morir antes que tener que responder a muchas preguntas. Pero volver será mejor para los niños porque no tendrán que sufrir humillación. Físicamente, el acto ha terminado y ya no tengo dolor. Lo más difícil ahora es el rechazo«, afirma.
Debido a la continua volatilidad en la región, hemos ampliado nuestra intervención en Salamabila. Sin embargo, a pesar de nuestra presencia aquí, las mujeres siguen siendo muy vulnerables a la violencia. No importa dónde se encuentren, si en el campo o en el hogar, independientemente de su edad, clase social o condición física, las mujeres siguen experimentando las mismas atrocidades día tras día.
Los centros sanitarios están en mal estado, son saqueados regularmente y carecen de personal y suministros. Una mejor protección y apoyo socioeconómico para los civiles, así como una mayor conciencia de la comunidad sobre la prevalencia de la violencia sexual, resultan cruciales. Aun así, con la persistente inseguridad que se vive en la zona, los otros actores humanitarios que podrían proporcionar todo esto tardan en llegar.