El pasado mes de diciembre, la violencia entre comunidades estalló en la provincia de Ituri, en el noreste de República Democrática del Congo (RDC). Dos meses después, escaló y estallaron los enfrentamientos alrededor del área de Djugu.
Las personas fueron asesinadas y las casas incendiadas. Además, miles de habitantes huyeron de sus hogares en busca de seguridad.
Algunos se dirigieron hacia el sur, a Bunia, mientras que otros viajaron al norte, a Mahagi. Sin embargo, muchos todavía permanecen en áreas hasta ahora inaccesibles para las organizaciones humanitarias.
En las últimas semanas, más de 40.000 congoleños han tenido que pagar para cruzar el lago Albert. Al llegar a Uganda, han encontrado condiciones terribles, ya que las instalaciones establecidas para darles la bienvenida están superpobladas.
El 23 de febrero, las autoridades sanitarias de Uganda confirmaron un brote de cólera que afectaba tanto a las comunidades desplazadas como a las locales en el distrito de Hoima, donde se alojan los recién llegados. Estamos trabajando en ambos lados del lago ofreciendo asistencia médico-humanitaria a los necesitados.
¿Qué está pasando en la provincia de Ituri?
A mediados de febrero, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) estimó que alrededor de 20.000 personas se estaban refugiando en la ciudad de Bunia. La mayoría vive con amigos y familiares, y alrededor de 2.000 están reunidos en un asentamiento temporal en el hospital regional. Apoyamos la provisión de atención médica básica en tres centros de salud en la ciudad de Bunia: Bigo, Kindia y Lembabo; y ayudamos a derivar los casos severos a dos hospitales cercanos.
En las últimas dos semanas, nuestros equipos han visto a 2.117 pacientes ambulatorios, de los cuales 783 eran niños menores de 5 años y 349 mujeres embarazadas. Las principales enfermedades son malaria, infecciones respiratorias y diarrea.
También ofrecen consultas de salud mental, porque quienes llegan a Bunia están traumatizados por la violencia de la que han sido víctimas o testigos. Hay niños no acompañados y personas que han perdido todo en su huida.
Nos hemos hecho también cargo de las tareas de agua y saneamiento en el asentamiento del hospital, incluyendo la instalación de un punto de agua y la construcción de 20 letrinas y 10 duchas. Hemos distribuido 1.200 kits de artículos de primera necesidad como mantas y jabón, y seguimos apoyando la distribución de alimentos como harina, sal y arroz a los desplazados.
«La mayoría de los desplazados en Ituri viven con familias de acogida, pero algunos más se están refugiando en escuelas, iglesias o pequeños campos informales. En Bunia, muchos son mujeres y niños que dependen totalmente de la ayuda para cubrir sus necesidades más básicas, como la comida y el agua. Sabemos que hay muchas personas desplazadas en áreas aún inalcanzables debido a la inseguridad. Se debe hacer todo lo posible para brindarles la asistencia que necesitan tan desesperadamente», asegura Florent Uzzeni, nuestro coordinador de emergencias en RDC.
También estamos presentes en Mahagi, más al norte, donde llevamos a cabo misiones exploratorias. Apoyamos de forma remota a las áreas de más difícil acceso, como Drodro mediante donaciones de medicamentos, equipos y kits para tratar a los heridos. Ya que muy poca ayuda puede llegar a estas personas, muchos se dirigen gradualmente hacia el norte en busca de comida, atención médica y refugio.
Cruzando el lago
La violencia ha provocado que, desde principios de enero, más de 42.000 refugiados congoleños han desembarcado en las costas de Uganda para escapar de los enfrentamientos, utilizando canoas y botes pesqueros hacinados y desvencijados. El objetivo, cruzar el lago Albert.
El viaje para llegar a Uganda puede durar entre seis y diez horas, pero no todos llegan, ya que algunos refugiados se ahogaron después de que su barco volcara.
«Los recién llegados hablan de ataques nocturnos; unos pocos tienen heridas y cortes profundos. Muchos llegan traumatizados y exhaustos, con niños enfermos. Quienes usaron canoas pequeñas, en ocasiones tuvieron que remar durante casi tres días para llegar a la seguridad aquí», explica Ahmad Mahat, nuestro coordinador de emergencias en Uganda.
¿Qué está pasando en el distrito de Hoima (Uganda)?
Los refugiados desembarcan en Sebarogo, un pequeño pueblo pesquero en el distrito de Hoima. El asentamiento superó su límite cuando, a mediados de febrero, unas 3.000 personas comenzaron a llegar a diario durante el apogeo de la actual afluencia de refugiados. Los números ahora han disminuido, en parte debido a las condiciones climáticas y los precios prohibitivos. Ahora solo llegan cientos de nuevos refugiados cada día.
Los recién llegados abandonan rápidamente Sebarogo para ir al centro de recepción de Kagoma, gestionado por las autoridades y por colaboradores de la ONU. Allí esperan para registrarse y recibir asistencia humanitaria antes de trasladarse a un campo de refugiados, principalmente al de Kyangwali (Maratatu) y a otros campos en el oeste de Uganda.
Sin embargo, los autobuses para trasladarse y el sistema de registro se vieron tan abrumados el mes pasado que los refugiados permanecieron en el lugar durante varios días, a veces hasta una semana, prácticamente sin asistencia, sin letrinas y sin acceso al agua, a excepción del lago. Algunos se mudaron a la ciudad de Sebarogo para reunirse con familiares y familias de acogida.
El centro de recepción de Kagoma y el asentamiento de Marutatu (parte de Kyangwali) actualmente no pueden hacer frente a la afluencia de refugiados. Los recién llegados, ya vulnerables por su huida y la violencia que experimentaron en Ituri, terminan durmiendo al aire libre, expuestos a las lluvias que han comenzado, con acceso inadecuado al agua y los alimentos y soportando precarias condiciones de higiene y saneamiento. Las autoridades sanitarias confirmaron recientemente un brote de cólera en la región. Hubo al menos 1.000 casos graves que requirieron hospitalización, y han fallecido más de 30 personas desde mediados de febrero.
«La situación en Uganda es extremadamente alarmante, los casos de cólera siguen aumentando y la tasa de mortalidad es altísima Además de los centros de tratamiento del cólera, estamos escalando nuestra respuesta lo más rápido posible, instalamos una planta de tratamiento de agua en el puerto de Sebagoro para aumentar el acceso al agua potable de los refugiados y de las comunidades que viven a lo largo de las costas; instalamos puntos de rehidratación oral, vigilancia, camiones de agua y también estamos construyendo letrinas adicionales. Sin embargo, para controlar este brote mortal y proteger a los que están en mayor riesgo, es realmente urgente comenzar en los próximos días una campaña de vacunación contra el cólera. Esto debe ser parte de la respuesta rutinaria para estas epidemias. Después de discutir con colaboradores mundiales, se puso disposición un suministro de vacunas para realizar esta campaña de emergencia. Estamos listos para ayudar al Ministerio de Salud tan pronto como se dé luz verde «, dice Mahat.
En Sebarogo, nuestros equipos han establecido un centro de tratamiento de cólera (CTC) con capacidad de 50 camas en el centro médico de la ciudad, al que también respaldamos con suministros y recursos adicionales. Además, gestionamos una clínica móvil en el puerto que permite la derivación de los casos urgentes al centro médico.
También abrimos un centro de tratamiento de cólera de 50 camas en el centro médico de Kasonga, cerca del centro de recepción. Los pacientes también son derivados aquí por otros actores del asentamiento de Maratatu, a día de hoy con unas 23.000 personas.
En el centro de recepción de Kagoma, hemos vacunado a 5.263 niños contra la poliomielitis y el sarampión; y a 2.160 mujeres en edad fértil contra el tétanos. Abrimos una clínica ambulatoria que funciona las 24 horas, 7 días a la semana, y donde más de 2.000 pacientes han recibido tratamiento desde mediados de febrero. La mayoría sufría diarrea, cólera, malaria e infecciones respiratorias. En la clínica también proporcionamos cuidados prenatales y atención a las víctimas de violencia sexual.
La situación en la provincia de Ituri sigue siendo impredecible, y una nueva ola de violencia podría causar otra afluencia de personas a Uganda. Actualmente la inseguridad está impidiendo que muchos de los congoleños desplazados que siguen en su país tengan acceso a una asistencia para salvar vidas. Estamos trabajando para llegar a ellos. En Uganda, con un brote letal de cólera y una provisión inadecuada de ayuda humanitaria, ahora tiene lugar una grave emergencia en las costas del lago Albert.