La ayuda internacional es insuficiente en los campos de refugiados malienses de Mauritania, Burkina Faso y Níger, según han podido constatar los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF). La inminente llegada de las lluvias puede agravar aún más esta situación.
Desde finales de enero, cerca de 160.000 personas han huido de Malí y se han asentado en campos de refugiados de Mauritania, Burkina Faso y Níger. La inestabilidad en su país sigue siendo muy alta y sus esperanzas de poder regresar en un futuro próximo se van desvaneciendo poco a poco. Además, otra amenaza se cierne ahora sobre los refugiados: la estación de lluvias está a punto de llegar y el despliegue de la ayuda se complicará todavía más en las próximas semanas.
MSF, presente en los campos de refugiados que se han ido creando en los tres países de acogida, denuncia una vez más que la ayuda internacional a estas poblaciones sigue siendo a todas luces insuficiente.
MSF pide al Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y al Programa Mundial de Alimentos que revise sus objetivos al alza y acelere la distribución de ayuda en Mauritania, Burkina Faso y Níger, antes que la estación de lluvias dificulte más su despliegue, declara Malik Allaouna, director de operaciones de MSF en Bruselas.
Urgen distribuciones de alimentos
En Mbéra, Mauritania, los ocupantes del campo improvisado en medio del desierto disponen de una sola letrina por cada 220 habitantes y solo reciben 11 litros de agua por persona y día, cuando los estándares humanitarios establecen que sean 20 litros por persona diarios. Además, las raciones de alimentos que distribuye el Programa Mundial de Alimentos no se corresponden con las necesidades nutricionales específicas de los niños.
Hemos recibido cuatro kilos de arroz de no muy buena calidad y lleno de piedras, dos tazas de aceite y dos de azúcar. Esto nos tiene que durar 10 días. Desde nuestra llegada aquí, nos han dado solamente una ración, explica una mujer del campo de Mbéra.
En Burkina Faso, donde MSF trabaja en cuatro campos de refugiados, la organización está siendo testigo de las incoherencias que se producen en el reparto de alimentos. Se entrega la misma cantidad a todo el mundo, sin tener en cuenta el número de personas de cada familia. Nosotros somos siete. En dos días, ya no nos quedaba nada, exclama Mohamed El Moktar, refugiado en el campo de Gandafabou. En cuanto a instalaciones de agua y saneamiento, la situación es igual o incluso peor que en los campos de Mauritania.
La inseguridad alimentaria es una amenaza tanto para los refugiados malienses como para las poblaciones locales, ya empobrecidas por las malas cosechas, añade Malik Allaouna. Hacen falta distribuciones de alimentos de calidad y en cantidad suficiente para evitar que la situación nutricional de los niños siga degradándose.
Falta de condiciones en los campos
Las condiciones de vida en los campos están muy por debajo de las que marcan los estándares de la ayuda internacional, aumentando la vulnerabilidad de unas personas ya de por sí debilitadas, tras haber escapado de la violencia en Malí y haber hecho un largo viaje hasta los países de acogida.
La mayoría de las consultas que atiende el personal de MSF están directamente relacionadas con la falta de condiciones adecuadas en los campos de refugiados. Por ejemplo, en el centro de salud de Mbéra, en Mauritania, 4 de cada 10 personas presentan infecciones respiratorias, y 2 de cada 10, diarrea. El resto son en su mayoría casos de infecciones cutáneas y de desnutrición infantil. Desde que empezó su intervención en Mauritania, MSF ha realizado más de 11.700 consultas médicas y ya ha tratado a más de 500 niños desnutridos.
MSF trabaja en los campos de Férrerio, Gandafabou, Dibissi y Ngatourou-Niénié, en Burkina Faso, y en los de Mbéra, Fassala y Bassikounou, en Mauritania. Otros equipos de la organización ofrecen asistencia a refugiados malienses en Mangaïzé, Abala, Chinagodrar y Yassan, en Níger.