Dos psicólogas tienen a cargo la salud mental de los casi 30 mil habitantes dispersos entre los ríos y el territorio de 1.500 kilómetros de Alto Baudó (Chocó). El municipio está ubicado a cuatro horas por trocha y dos más por río de Quibdó, en donde está el Hospital San Francisco de Asís: el único de segundo nivel del departamento y al que han renunciado más de 20 especialistas en el último mes por falta de pago.
Las limitaciones para la salud mental en Alto Baudó, Chocó
Si acceder a atención en salud física es difícil, las limitaciones para la salud mental se multiplican. Es a ese hospital a donde se refieren los casos más complejos, pese que solo hay dos psicólogos con servicio constante.
Las afectaciones a la salud mental, sin embargo, son múltiples y se deben principalmente a la persistencia del conflicto armado en el territorio. En 2022, la Defensoría del Pueblo emitió una alerta temprana para Bajo, Medio y Alto Baudó en la que se refiere a las disputas entre grupos armados que vienen ocurriendo y a los riesgos para la población civil asociados al uso de minas antipersonal, reclutamiento de niños, niñas y adolescentes y, muy especialmente, restricciones a la movilidad de comunidades afrodescendientes e indígenas.
Esa misma entidad lanzó un mensaje de urgencia en abril pasado por 22 suicidios consumados y 50 intentos en la comunidad emberá del Chocó durante 2023. Nuestra organización ha documentado 10 intentos de suicidio y 4 consumados en Alto Baudó entre octubre de 2022 y febrero de 2023.
Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), durante el 2022 hubo unas 23.904 personas confinadas en el Alto Baudó debido a la confrontación entre grupos armados. En 2023 el conflicto no ha cesado. Pese a ello, las dos psicólogas de Alto Baudó están ubicadas en Pie de Pató, el casco urbano del municipio, que puede estar a una o cinco horas por río de las comunidades, una de las razones por las cuales la atención llega pocas veces.
A todas estas dificultades se suma el choque cultural de la medicina occidental con las tradiciones de los pueblos indígenas y afro, a quienes la violencia ha afectado de manera desproporcionada. Los emberá, por ejemplo, no tienen una palabra específica para nombrar el suicidio o la psicología.
El proyecto de Médicos Sin Fronteras en Chocó
En ese marco, desde marzo del 2022, desarrollamos un proyecto descentralizado de salud en el Alto Baudó en el que capacitamos a agentes y promotores de salud pertenecientes a las comunidades, entre otros, en la detección de signos y síntomas en salud mental y a brindar primeros auxilios psicológicos.
El 90% de los intentos de suicidio que documentamos fueron cometidos por mujeres. También el 90% son indígenas. Esto a sabiendas de que el subregistro es elevado: ni la comunidad y ni la Secretaría Departamental de Salud tienen claro el proceso para notificar ni registrar los suicidios ante el Instituto de Medicina Legal.
Según Laura Garzón, nuestra gestora de salud mental en Chocó, además del alto riesgo de suicidios, «el equipo ha identificado en la comunidad reacciones de estrés agudo y crónico, tristeza y desesperanza frente al futuro, reacciones de miedo y terror que persisten por la permanencia de los grupos armados en la zona. Todo esto ha derivado en reacciones psicosomáticas como dolores de cabeza y enfermedades gástricas».
Ante esta realidad, hacemos un llamado a las entidades encargadas para que fortalezcan los servicios de salud mental en estructuras de salud y que lo hagan desde un enfoque intercultural. Los esfuerzos realizados por el Estado desde una visión exclusivamente médica occidental no han logrado reducir las tasas de suicidio entre la población indígena, por lo que las atenciones salud mental y psicosocial deben estar enmarcadas desde la soberanía de los pueblos étnicos.