El pueblo de Al Nuaymá era el hogar de cerca de 10.000 personas en el sur de Siria. Pero a lo largo de los últimos seis años de guerra, el pueblo se ha visto gravemente afectado por los ataques aéreos.
Además, la proximidad de los combates entre las fuerzas del gobierno sirio, las de la oposición y los grupos afiliados al Estado Islámico han obligado a muchos de sus habitantes a abandonar sus hogares.
Sin embargo, con poco dinero y escasos recursos, no pueden huir demasiado lejos. Además, -como ellos mismos dicen- no hay ningún lugar seguro a donde ir.
Algunos han optado por regresar a Al Nuaymá y vivir en edificios en ruinas o tiendas montadas sobre la tierra. A menudo, varias familias comparten una sola casa. Dado que las necesidades en la zona siguen creciendo y el conflicto continúa, hemos distribuido 893 kits de artículos de primera necesidad (incluyen material de higiene, ropa, utensilios de cocina, mantas y colchones).
En concreto, se entregaron a las familias en dos zonas: en las tierras de cultivo, al este de la ciudad de Dara’a, y en Al Nuaymá.
Mohamed ali Abud y su familia recibieron uno de los kits. A continuación, nos explica la complicada situación de su familia y las dificultades diarias a las que tiene que hacer frente.
Háblanos un poco acerca de tu familia y hogar…
En mi familia somos 21 personas, incluidos mis nietos. Al Nuaymá es nuestra ciudad natal. Antes de la guerra, yo trabajaba aquí como taxista. En 2014, las luchas en nuestro pueblo comenzaron a intensificarse y decidimos huir a Busra, donde permanecimos tres meses. Cuando creímos que las cosas se habían calmado, regresamos a Al Nuaymá; pero estábamos equivocados. En julio de 2015, mi esposa y tres de mis hijos murieron aquí. Los mató una bomba de barril. Me quedan dos hijos, los hijos de esos dos hijos y los hijos de los tres que murieron. Tengo dos hijas y ambas están casadas.
¿En la actualidad, cuál es la situación en Al Nuaymá?
Los ataques aéreos son frecuentes. Solo podemos trasladarnos con seguridad hasta otras dos ciudades, Um al Mayatén y Saidé. Más allá, todos los pueblos están bajo el control del régimen. Es una situación muy peligrosa. Los niños llevan tres años sin ir a la escuela; no hay colegio en el pueblo. Algunas personas se han mudado a otro lugar para que los niños reciban una educación, pero nosotros no nos lo podemos permitir.
¿Tiene tu familia acceso a alimentos, agua y artículos de primera necesidad?
Dependemos totalmente de la ayuda que recibimos de las organizaciones humanitarias. Nos dan leche, harina, arroz y trigo. Nos gustaría que hubiera leche en polvo para bebés porque algunos de los niños de mi familia son muy pequeños, de tan solo 8 meses de edad. Aquí no hay electricidad; el agua procede de pozos artesanales, perforados por activistas locales. Mi familia vive en nuestra antigua casa, que antes tenía cuatro habitaciones, pero los bombardeos las destruyeron. Ahora solo hay una habitación. Mi hijo y yo vivimos en ella y el resto de la familia se aloja en dos tiendas de campaña fuera de casa.
¿Qué haces para combatir el frío?
Hay poca gasolina disponible, es demasiado cara y no nos la podemos permitir. Prendemos hogueras para calentarnos. Este invierno, he quemado los muebles del dormitorio y también he cortado dos olivos cerca de casa para hacer fuego. Es difícil encontrar madera. Nos gustaría tener más comida enlatada. Es difícil cocinar el arroz y el trigo sin fuego.
¿Y qué hay de la asistencia sanitaria?
No hay médicos en la ciudad y la necesidad de asistencia sanitaria es muy grande. Solo hay una enfermera que puede ayudar a solucionar un dolor de cabeza o de estómago. Mis nietos son muy jóvenes y necesitan que los vea un médico, ya que a menudo están enfermos. La clínica más cercana está a 30 kilómetros de distancia. Uno de mis hijos sufrió una herida en la cabeza por una bomba de barril. Necesita tratamiento, pero no hay posibilidad de conseguirlo.
¿Has recibido un equipo de socorro?
Sí. Ahora tenemos mantas, colchones, artículos de higiene y algunos utensilios de cocina, lo que mejora las cosas. Necesitamos toda la ayuda posible que las organizaciones nos puedan ofrecer. En cuanto al futuro, hemos perdido toda esperanza. Solo creemos en Dios. Soñamos con que un día, en los próximos meses, este conflicto se solucione, pero dudamos que eso ocurra.