El conflicto civil de Sudán del Sur ha tenido muchos capítulos oscuros, pero uno de los peores ha sido el reclutamiento forzado de niños en los rangos de grupos armados combatientes. Estos jóvenes eran muy valorados por sus comandantes adultos, ya que, a menudo, seguían órdenes sin comprender el impacto de sus acciones.
Los niños que han sido soldados suelen sufrir traumas, pues han sido separados de sus familias y obligados a vivir una vida brutal de violencia y trabajos forzados. En algunos casos, se les ha golpeado y se ha abusado sexualmente de ellos. Los horrores que muchos han visto durante los combates son casi imposibles de olvidar.
Durante los últimos seis meses, un grupo de instituciones gubernamentales y ONG, incluida Médicos Sin Fronteras, ha trabajado para reintegrar estos niños en sus comunidades. Nuestros psicólogos y asesores han desempeñado un papel clave proporcionando atención psicológica a los menores. En total, se han inscrito unos 632 en el programa de desmovilización, con diferentes grupos finalizando estos programas a lo largo del año.
“Es importante darse cuenta de que no todos los niños necesitan apoyo psicológico”, dice Rayan Fattouch, coordinador de actividades relacionadas con la salud mental de MSF en Yambio. “El espíritu humano es resistente y tiene su propia forma de enfrentar los problemas. Pero algunos de los niños muestran síntomas de estrés postraumático o vuelven a experimentar vivencias que les pueden provocar ansiedad y depresión.»
Estas fuertes emociones no son solo en torno a sus experiencias como soldados. Muchos temen por un futuro incierto: cómo serán aceptados en sus comunidades y qué será de sus vidas.
Volver a la vida diaria
La desmovilización puede representar una situación complicada. Los niños que han sido soldados se dan cuenta de que, durante sus años de cautiverio, la vida ha cambiado, así como el mundo que conocían. En algunos casos, las familias se vieron obligadas a mudarse y no se pueden encontrar. En otros, los miembros de la familia pueden haber muerto. Estos tipos de constataciones pueden tener un efecto perjudicial y duradero.
A menudo, las comunidades tienen miedo de aceptar a los antiguos niños soldados. Durante los años de lucha, algunos grupos armados utilizaron a los niños para saquear los suministros de civiles. Los grupos armados extorsionaron el dinero de protección de estas comunidades, y aquellos que no podían pagar o simplemente no querían, se veían expuestos a sufrir confrontaciones violentas.
Parte del proceso de reintegración implica ayudar a las comunidades a comprender las circunstancias a las cuales se han visto sometidos estos niños mientras estaban bajo cautiverio armado, además de tomarse un tiempo para observar sus propias experiencias durante ese período de intranquilidad.
“Algunos de los niños llevan la carga de la culpa”, dice Carol Mwakio Wawud, una psicóloga de MSF que colabora en el programa. “No se trata solo de algo que podrían haber hecho o visto mientras vestían de uniforme: algunos todavía se sienten culpables por haber sido capturados y separados de sus familias. En sus mentes, creen que la culpa es suya”.
Mwakio y el resto de personal médico de salud mental de MSF intentan ayudarles a comprender que no fueron totalmente responsables de sus acciones mientras estaban uniformados.
“Les recordamos que sus comandantes fueron los que estaban al mando y que les obligaban a cometer atrocidades. Fue un período de su vida en el cual no tenían el control, pero ahora el futuro les ofrece muchas posibilidades”, añade Mwakio.
Crear un vínculo para ayudarlos a sanar
La confianza es el núcleo principal de la relación entre los asesores y estos jóvenes. No solo forma parte del código ético del psicólogo, sino que se trata de un vínculo fundamental necesario para garantizar que estos pacientes jóvenes puedan expresarse libremente.
Cada detalle en las consultas psicológicas de estos casos sensibles es importante con el fin de lograr que sean lo más cómodas posible y así desarrollar este vínculo. “Los detalles como, por ejemplo, el lugar en el que se sienta el paciente durante nuestras sesiones, son realmente importantes. Les permitimos ver la entrada de la tienda, para que sepan que nadie los va a escuchar. Nuestro objetivo es mostrarles que han recuperado el control sobre sus propias vidas”, dice Mwako.
Es importante que el niño esté bien cuidado. Se les ha prometido y necesitan desesperadamente servicios básicos. Muchos de estos niños se sienten inseguros; les preocupa caer de nuevo en sus antiguas vidas. En tales circunstancias, cualquier mejora en lo que respecta a su salud mental puede perderse rápidamente. Si sienten que el programa de desmovilización no funciona en algún aspecto, se anida la desilusión. Incluso existe el riesgo de que algunos quieran volver a sus antiguas vidas.
“Casi todos los niños quieren volver a tener una vida normal y un futuro”, dice Paul Maina, coordinador del programa de MSF. “Cuando hablas con ellos, todos quieren ir a la escuela como otros niños de su edad. Son conscientes de que solo a través de la educación podrán asegurarse una nueva vida”.
El sistema de salud en Sudán del Sur es rudimentario y hay pocos profesionales locales especializados en salud mental que puedan atender las necesidades de los niños y sus comunidades. Para contrarrestar esto, se está formando a los miembros del personal de Sudán del Sur implicados en el proyecto como asesores. Estos aprendices están participando en un programa de formación acelerado y, en los próximos meses, podrán ayudar en casos bajo supervisión.
El programa en Yambio está ayudando a los niños a cambiar sus vidas. Pero este programa solo se lleva a cabo en una pequeña parte del país que necesita una gran curación.
Se estima que, en todo el país, 19.500 niños sirvieron como combatientes durante el conflicto y necesitan ser desmovilizados.
Mientras que algunos pueden encontrar sus propias formas de lidiar con el pasado, otros necesitarán ayuda en este nuevo capítulo de sus vidas.