El desastre tras la tormenta tropical Amanda ha llegado en medio de la pandemia de COVID-19. Alrededor de 30.000 familias de El Salvador han sido duramente afectadas. De momento, ya van 27 muertes y 10 personas desaparecidas.
Desde Médicos Sin Fronteras (MSF), como testigos de los estragos y de la angustia de sus habitantes por sobrevivir, iniciamos una intervención de emergencia con brigada médica, asistencia psicológica y entrega de kits de higiene para 200 familias en algunas comunidades de San Salvador y 25 albergues de San Salvador y Soyapango.
“Por la madrugada ya nos llegaba el agua hasta las rodillas. Agarramos lo que pudimos, pero, aun así, perdimos casi todo”, cuenta un habitante de El Granjero II a nuestro equipo que visitó la comunidad.
Otra vecina se para en puntitas de los pies y estira la mano hacia arriba mientras señala una mancha oscura en la pared a unos dos metros de altura. “Hasta aquí, arriba del marco de la puerta, llegó el río anoche”, nos cuenta.
El 31 de mayo, día del azote de la tormenta Amanda, fue de absoluta desolación para muchas familias que viven en las comunidades más vulnerables de El Salvador. En las comunidades capitalinas Granjero II, Nueva Esperanza, Florida y Arca de Noé, en cuestión de minutos, la fuerza del desbordamiento del río arrasó los bienes de muchas personas y se llevó consigo el aliento a sobrevivir a la pandemia de COVID-19.
Cuando ya llega la tormenta Cristóbal, en las calles y pasajes de las comunidades Granjero II y Nueva Esperanza, se evidencia el desastre: yacen camas, electrodomésticos, artículos personales y vehículos llenos de lodo, revueltos con basura que venía en la crecida del río contaminado por aguas negras y desechos industriales. En otras comunidades suburbanas de San Salvador Soyapango, los deslizamientos de tierra han causado la pérdida de hogares.
“Estas poblaciones ya estaban golpeadas por la incertidumbre y la falta de acceso a la salud en medio del COVID-19 y esto solo llega a complicar la situación”, afirma Luis Romero Pineda, nuestro coordinador de terreno en El Salvador.
“Las personas están expuestas a una serie de afectaciones en la salud mental y física posterior a las destrucciones de bienes y pérdidas de seres queridos. Esta situación, además agrava el contagio del nuevo coronavirus, pues no hay garantías de salud e higiene”, añade. Para Romero Pineda, “si la violencia en El Salvador ya debilitaba la prestación de servicios de salud y fortalecía el estigma, las tormentas en medio de la pandemia por el COVID-19 son un triste baldazo de agua fría para la población y para las autoridades”.
En Granjero II, personas de todas las edades ayudan, en el transcurso del día, a rescatar lo que queda de sus pertenencias. Por la noche, algunos van a albergues. Otros, duermen en el suelo húmedo de sus casas vacías por temor al robo o al contagio del nuevo coronavirus en albergues, que no gozan con ninguna garantía de protección individual frente al contagio.
En la mayoría de los albergues espontáneos y los autorizados por el gobierno, el distanciamiento físico y el cumplimiento de las medidas de prevención para evitar contagios se hacen imposibles. Hay pocas ventanas o no cuentan con suficiente ventilación. El agua fluye de manera irregular porque las tuberías colapsaron y no cuentan con suficientes baños limpios. Con estas condiciones resulta fácil la propagación del COVID-19 y otras enfermedades.
“Ante el desastre, hemos visitado algunas de estas comunidades y albergues y ante esto, hemos iniciado una intervención de emergencia mediante atención primaria y psicológica en clínica móvil, atención psicosocial en albergues y la donación de kits de higiene”, añade Romero Pineda.
Afectaciones físicas y en salud mental
La intranquilidad y el desconsuelo son estados recurrentes en los habitantes de El Granjero II, Nueva Esperanza, Arca de Noé y Florida, así como en muchos otros que han tenido que huir hacia albergues. Previo a haber perdido casi todo durante la tormenta, enfrentan las consecuencias económicas y sociales de cumplir con la cuarentena domiciliar obligatoria impuesta por el gobierno salvadoreño para la prevención del COVID-19: la inexistencia de ingresos fijos y la falta de alimentos y de resguardo preocupan cada vez más a los afectados.
Nuestra gestora de actividades de salud mental Ana Paula Abreu explica que “los desastres naturales pueden generar fuertes traumas en las personas que las viven. De un momento a otro, uno ve todo su espacio personal, que es parte de la identidad del sujeto, destruido. Brindar apoyo psicosocial en este momento es fundamental, ya que tiene el efecto de prevenir que las personas desarrollen problemas de salud mental”.
El miedo al contagio de enfermedades se agrega a esas preocupaciones que hoy tienen que aglomerarse para las entregas de víveres y para dormir y resguardarse de las lluvias, deslaves e inundaciones. “Cuando vino la correntada, nos llenamos de basura, agua sucia y lodo”, cuentan dos vecinos. “Nos quitamos los zapatos y nos paramos en el lodo para buscar nuestras pertenencias. En un par de días, si no nos enfermamos de COVID-19, nos enfermamos de infección en la piel, gripe o diarrea”.
“Existen varios riesgos en una situación como esta. Debido a la exposición a aguas contaminadas y a la falta de agua, hay un riesgo de brote de diarrea, infecciones bacterianas, infecciones respiratorias, afecciones cutáneas y un riesgo de transmisión acelerada por el COVID-19 debido al hacinamiento y aglomeraciones. La pérdida de tratamientos y registros medicales puede generar descompensaciones en pacientes crónicos”, advierte Serge Jory, gestor de brigadas médicas.
Algunos de los habitantes afectados son pacientes que necesitan un tratamiento médico constante y que han perdido sus consultas debido a la interrupción de servicios médicos no relacionados con el COVID-19 en las unidades de salud. Algunos padecen diabetes, hipertensión u otras afectaciones. No cuentan con medicamentos ni otros insumos para poder prevenir infecciones y descompensaciones.
La falta de agua les impide asearse, lavarse las manos o recuperar artículos personales.
Nuestra intervención de emergencia
Tras una breve misión exploratoria, nuestros equipos han sido testigos de las necesidades en salud física y mental de los habitantes de la comunidad El Granjero II. Hemos iniciado nuestra intervención de atención médica y enfermería para las personas más afectadas, así como también actividades de salud mental.
Además, el equipo de promoción de la salud abordará temas relacionados con la educación para la salud y prevención de enfermedades, entre las que se incluye el COVID-19. Asimismo, donaremos kits de higiene familiar y de albergue. MSF utiliza el equipo de protección personal en cada intervención médica para brindar una atención segura para el personal y sus pacientes.
Los estragos de las lluvias en El Salvador y el contagio por COVID-19 no acabarán pronto. Según estudios meteorológicos, las lluvias con características de temporal se convierten en la nueva Tormenta Cristóbal, que trae consigo altas probabilidades de más deslizamientos, derrumbes e inundaciones y el invierno se hará presente en los próximos meses.