La Operación Margen Protector ha dejado un páramo de ruinas a su paso. La destrucción material y el daño físico que ha ocasionado a la población de Gaza aún no se conocen al detalle, pero ya podemos hacernos una idea de la magnitud de la tragedia.
Unas 10.000 personas han resultado heridas, y muchas de ellas necesitarán seguimiento y tratamiento médico y quirúrgico, cuando la mitad de los hospitales han sido dañados o destruidos. Más de 15.000 casas, los hogares de 100.000 personas, han sido parcial o totalmente destrozadas y han quedado inutilizadas. Algunos barrios son inaccesibles, bloqueados por montañas de escombros que recuerdan a los restos de un terremoto. Los daños ocasionados a decenas de colegios ponen en peligro la educación de muchos niños. La única planta de energía en la Franja también ha sido bombardeada: solo el 30% de las necesidades de electricidad están cubiertas, por lo que, en los barrios donde aún hay servicio, los cortes son constantes; otros ni siquiera tienen luz porque la red ha sido destruida. Además, hay escasez de agua potable, ya que la red de suministro no ha sido reparada. Y muchas tiendas y negocios también han sufrido daños.
Médicos Sin Fronteras (MSF) lleva trabajando en Gaza más de dos décadas. En los últimos años hemos sido testigos de los dañinos efectos del bloqueo israelí que empezó en 2006: desempleo creciente, pérdida de las tierras agrícolas catalogadas como zonas restringidas, caída de los ingresos del sector pesquero por las restricciones de la Marina israelí, y problemas para obtener materias primas o productos manufacturados para uso en viviendas y negocios. Aunque no es posible medir con rigor el impacto que el empobrecimiento de la población tiene en su salud, no hay duda de que este existe, y a él se suma la dura experiencia psicológica que supone el confinamiento.
Al igual que otras organizaciones humanitarias, MSF ha analizado el papel que puede desempeñar en esta situación. Una de las preguntas que surge es si, al trabajar aliviando las consecuencias humanas y sociales del bloqueo (aunque sea ligeramente), no estaremos contribuyendo a normalizarlo. En otras palabras: ¿nos hemos convertido en agentes de su implementación? La población de Gaza, con quien y para quien trabajamos, nos ha convencido de que prefiere nuestra presencia a nuestra denuncia. Pero la duda persiste, en vista de lo prologado del confinamiento y del recurrente ciclo de violencia que provoca.
En todo caso, la Franja de Gaza está devastada. Si bien la asistencia humanitaria a los heridos, enfermos y desplazados debe continuar, la reconstrucción es también importante y urgente. La provisión de asistencia médica, refugio provisional, agua potable y comida es esencial, pero las obras públicas, la entrada de materiales de construcción y otros productos manufacturados, y la rehabilitación de instalaciones urbanas son también vitales y urgentes.
Como territorio ocupado que es, Gaza depende de la buena voluntad de las autoridades israelíes para su supervivencia a corto plazo y para su desarrollo. Relajar los criterios para permitir la entrada de bienes y personas mejora las condiciones de vida más inmediatas, pero la respuesta a la catástrofe actual no puede esperar. Las preocupaciones de seguridad del Estado de Israel, por legítimas que sean, no pueden derivar en la asfixia de la población palestina. Una fuerza de observación internacional, opción que cuenta con el apoyo de muchos países, podría velar por que esto no ocurra, garantizando que solo los bienes de naturaleza civil entren en la zona. Una cosa está clara: levantar el bloqueo es igual de vital para los gazatíes que las medidas de emergencia paliativas que ya se han puesto en marcha.
Dr. Mego Terzian, Presidente de Médicos Sin Fronteras Francia
Editorial publicado en Le Monde el 18 de agosto de 2014