A Valentina Viktorovna el conflicto del este de Ucrania le destrozó la vida. Vive con su marido en Pavlopil, un pueblo situado a pocos kilómetros de la línea de fuego. Es maestra, pero perdió su trabajo cuando cerraron la escuela. su casa también sufrió graves daños a causa de los bombardeos. Ahora intenta recomponer su vida ayudando a los demás con la esperanza de que la violencia cese.
Valentina y su marido reciben nuestra atención médica. Además, ella ha asistido a consultas de salud mental para afrontar el estrés en el que se ha visto obligada a vivir durante los últimos tres años.
“Todos mis recuerdos están en este pueblo. Aquí es donde he construido mi vida y donde mi marido y yo hemos criado a nuestros dos hijos.
Solía ser un lugar hermoso al que la gente venía a pasar el verano junto al río.
Incluso planeaban construir un complejo turístico.»
Hasta que comenzó la guerra.
«Trabajaba como maestra en el colegio de primaria del pueblo, me encantaba mi trabajo. Guardaba todos los dibujos y fotografías de mis alumnos. Pero cuando cerraron la escuela, tuve que jubilarme.
Asistir a clase era demasiado peligroso para los niños, las bombas caían muy cerca. Así que, con tan solo 52 años, ya estoy jubilada.
Por suerte, mi marido aún conserva su trabajo en la fábrica.
No consigo acostumbrarme a esto, a este ritmo lento. Si tuviera que comparar mi situación con algo, diría que es como si un tren de alta velocidad hubiera tenido que detenerse bruscamente. Por eso, ahora trato de mantenerme ocupada con trabajos voluntarios aquí y allá, visitando a otras familias de la localidad para ver cómo puedo ser útil. Ayudando a los demás: así es como encuentro significado a esta nueva rutina diaria.
Nuestra casa ha sufrido graves desperfectos por los numerosos bombardeos en las cercanías. Parece que va a venirse abajo de un momento a otro. Todavía recuerdo la primera vez, el ruido, y cómo todo temblaba a nuestro alrededor. Pasé tanto miedo… No dejaba de imaginarnos escapando de una casa completamente destruida.
Afortunadamente, la vivienda aún sigue en pie, aunque nos llevará tiempo arreglarla.
No podemos permitirnos pagar las reparaciones.
Durante los bombardeos, mi marido y yo solíamos sentarnos aquí, en el cuarto de estar, lejos de las ventanas y completamente a oscuras, con las lámparas oscilando de un lado a otro sobre nuestras cabezas. Pensábamos que mantener la mente ocupada nos sería de gran ayuda para no pasar tanto miedo, así que empezamos a jugar a juegos y adivinanzas.
Este conflicto ha separado a muchas familias. Muchos han abandonado el pueblo y otros, como mi hijo mayor, incluso han salido del país. Hasta los que se han quedado en la zona tienen miedo de venir y visitarnos, y es que, pese a que todo está más tranquilo ahora, la situación sigue marcada por la inestabilidad. No suelo ver a mis hijos y nietos muy a menudo, por eso tengo sus fotografías y dibujos en la pared, para sentir que están aquí con nosotros. Pero les echo mucho de menos.
Nos hemos quedado sin nada. Aunque, por suerte, hemos podido contar con el apoyo de organizaciones de ayuda. Tan solo deseo que se acabe pronto toda esta violencia y podamos seguir con nuestras vidas. Quizás, contar a la gente lo que está pasando aquí nos ayude”.
Valentina asiste a consultas de salud mental con el equipo de MSF para afrontar el estrés de los últimos tres años ©Maurice Ressel
Clínicas móviles de Médicos Sin Fronteras (MSF) en los alrededores de Mariúpol y Kurajovo
Desde marzo de 2015, trabajamos con clínicas móviles en distintos lugares en los alrededores de Mariúpol y Kurajovo, en Ucrania. Nuestros equipos móviles, normalmente compuestos por un médico, un enfermero y un psicólogo, posibilitan que las personas desplazadas o aquellas que viven a lo largo de la línea de frente reciban atención médica. Además, donan medicamentos y facilitan apoyo en salud mental y psicosocial. También prestamos apoyo a centros sanitarios a través de donaciones de suministros médicos.
En agosto de 2015, instalamos puntos de distribución de agua en el puesto de control de Volnovaja-Donetsk. Desde julio de 2016, prestamos apoyo a profesionales sanitarios locales en el puesto de control de Marinka a través de donaciones de suministros médicos.
Hasta principios de enero de 2017, nuestros equipos han llevado a cabo más de 36.800 consultas médicas y 5.980 consultas de salud mental y apoyo psicosocial, en grupo e individuales, en los alrededores de Mariúpol y Kurajovo. Además, unos 17.200 pacientes han asistido a charlas de sensibilización sobre salud mental en las clínicas móviles.
Los trastornos relacionados con la ansiedad siguen siendo el principal problema entre los pacientes que reciben apoyo en salud mental y psicosocial, seguidos por problemas de depresión. Las enfermedades cardiovasculares y la diabetes representan las dos patologías más habituales entre los pacientes que atendemos. La mayoría de ellos son personas de edad avanzada con enfermedades crónicas y que están inscritas en un programa específico para recibir tratamiento adecuado y seguimiento de su condición a largo plazo.