Con una hiperinflación que este año llegó a alcanzar los dos millones por ciento según el FMI, la situación en Venezuela se vio agravada nuevamente por los recientes apagones, que en algunas regiones del país han durado hasta tres meses, y también por los continuos cortes de agua.
“Esto ha afectado a los hogares y a las ya muy deterioradas instalaciones médicas del país. Los hospitales y las clínicas en las zonas donde MSF trabaja llevan mucho tiempo sufriendo la falta de suministros médicos y la escasez de personal, así como padeciendo el deterioro de los sistemas de agua y saneamiento”, explica Tara Newell, coordinadora de emergencias de MSF.
Hace un mes, MSF comenzó una nueva evaluación de las necesidades médicas en diferentes áreas del país y empezó los trabajos de rehabilitación de algunas secciones del hospital Vargas, uno de los centros de referencia en la capital venezolana, que cuenta con 302 camas. Estos trabajos son parte de una colaboración con las autoridades sanitarias del país que se prevé se extienda a lo largo de los próximos dos años y que incluye la formación de personal y suministro de materiales.
MSF trabaja en Caracas con organizaciones locales e instituciones públicas desde 2018, ofreciendo asistencia medica y psicológica a las víctimas de violencia, incluida violencia sexual. De enero a junio de 2019, los equipos han tratado a 1.635 personas por problemas de salud mental, han organizado 327 sesiones grupales de apoyo psicológico y han tratado a 100 víctimas de violencia sexual.
Otra preocupante consecuencia del colapso del sistema sanitario en Venezuela es el resurgimiento de enfermedades prevenibles como la malaria, de la que se ha registrado un aumento significativo de casos debido a la falta de un sistema efectivo de control. MSF apoya el programa nacional de malaria en Sifontes, en el estado de Bolívar, un área en la que predomina la minería informal y donde la enfermedad se ha extendido con rapidez debido a la alta movilidad de la población, las precarias condiciones de vida y la falta de recursos del programa de control de la malaria.
Desde 2018, los equipos de MSF han realizado pruebas de malaria a más de 290.000 personas, han tratado más de 162.000 casos de esta enfermedad y distribuido más de 76.000 mosquiteras para evitar nuevos casos. Desde febrero de 2019, MSF trabaja también con el instituto de malaria en Carúpano, Sucre. Allí, los equipos trabajan en cuatro de las áreas con mayor número de casos registrados, proporcionando material sanitario, facilitando la recolección de datos, implementando medidas de promoción de la salud y de control vectorial, formando a personal médico y apoyando en la identificación, diagnóstico y tratamiento de nuevos casos.
En Anzoátegui, MSF se ha asociado con la organización local Fe y Alegría para proporcionar atención primaria a las comunidades más vulnerables de El Vidono, cerca de Barcelona, la capital del estado. El proyecto se localiza en un colegio situado entre las municipalidades de Bolívar y Sotillo y se centra en planificación familiar, salud sexual y reproductiva, violencia sexual y malaria. Con unos 1.670 estudiantes de un total de 756 familias, los equipos ofrecieron 3.547 consultas médicas en los cinco primeros meses de 2019.
MSF está asimismo preparado para responder a otras necesidades médicas que puedan derivarse de la crisis económica, política y social que atraviesa el país, incluidos estallidos de violencia. Nuestros equipos ofrecen ayuda a los venezolanos al otro lado de la frontera, en Colombia, a donde miles cruzan cada día huyendo de la inseguridad y la falta de comida y acceso a un servicio médico de calidad. En 2018 comenzamos también a proporcionar asistencia médica y psicológica, así como servicios de agua y saneamiento a los venezolanos que llegan al estado de Roraima, en Brasil.