Hoy he visto algo que necesito olvidar: una bebé murió porque sus padres no conocían los riesgos de una infección.
Por la mañana, la guardia nocturna me habló de una niñita de dos días de edad que había llegado a urgencias.
Tenía fiebre y el cordón umbilical infectado. Al hacer la ronda, la vi.
Esa imagen nunca se borrará de mi memoria: pequeña, ardiendo por la fiebre, con respiración jadeante, yacía boca arriba con los ojos cerrados.
Tenía la piel del abdomen enrojecida y dura, desde el pecho hasta los muslos. Su cordón umbilical había sido cortado muy cerca de la piel, estaba hinchado y verdoso, tenía el tamaño de una moneda de 20 céntimos.
Si nos hubiéramos encontrado en algún lugar con más recursos, podríamos haber tenido la oportunidad de salvarla. Aunque no puedo estar segura. Necesitaba cuidados intensivos avanzados con apoyo respiratorio y monitorización de funciones vitales.
Y lo más importante, una operación que eliminase cualquier tejido infectado. Y eso no lo podíamos llevar a cabo.
La sedación la mataría y, sin cirugía, también moriría. Era una elección imposible.
Con mucho pesar mi colega anestesista y yo accedimos a darle el mejor alivio para el dolor y los cuidados que pudiéramos, mientras esperábamos.
Se lo explicamos al padre. Nos contó que la niña había nacido en casa.
Él mismo cortó el cordón umbilical con la daga tradicional que todos los hombres llevan en el norte de Yemen, conocido como jambian. Nos dijo que había hecho lo mismo con sus dos hijos mayores, y todo había salido bien.
Pero esta vez la recién nacida tuvo una infección grave que rápidamente se convirtió en septicemia (infección sanguínea) y en una situación desesperada.
Este tipo de sucesos solo se pueden prevenir con conocimientos y experiencia.
Tenemos un hospital que ofrece atención gratuita. Es sencillo pero limpio, y cientos de niños nacen aquí cada año. Si el parto de una mujer se complica de alguna manera, hay médicos, como yo, que pueden realizar una cesárea.
Pero si la gente no llega a nosotros porque no entiende las ventajas, no importa lo maravillosos que sean los recursos que tengamos.
La niña murió a las dos de la tarde.