Labana Steven, logista y trabajador comunitario de salud, forma parte de nuestro equipo de emergencia que trabaja en el área de Makhanga en Malaui. Allí ayuda a las miles de personas afectadas por las graves inundaciones, proporcionándoles suministros médicos y servicios de saneamiento.
El área de Makhanga fue una de las más afectadas por las fuertes lluvias que cayeron sobre Malaui a principios de marzo. El fenómeno meteorológico acabó por convertirse en el ciclón Idai, que azotó Mozambique y Zimbabue el 14 al 16 de marzo y se convirtió en uno de los peores ciclones tropicales registrados en la historia del sur de África.
Labana, que trabaja con nosotros en Malaui desde hace 20 años, también formó parte de nuestra respuesta a las graves inundaciones que asolaron la misma zona en 2008 y 2015. Su comprensión histórica y su profundo compromiso con los socios locales y las comunidades en el sur de Malaui resultan vitales para nuestra respuesta actual.
“El área de Makhanga, que es muy fértil, alberga a unas 18.000 personas que viven del ganado y cultivos como el maíz y el arroz. Es una zona baja y llana, y está rodeado por el río Shire y su mayor afluente, el Ruo, por lo que básicamente parece una isla”, describe Labana.
“Esto hace que sea muy propensa a las inundaciones. Si llueve en el vecino distrito de Mulanje o río arriba en la ciudad de Blantyre, y el Ruo se desborda, toda esta área está en riesgo. Si hay lluvias en el interior del país y aumenta el caudal del río Mwanza, puede provocar el desbordamiento del río Shire y amenazar toda la zona. Las fuertes lluvias que comenzaron a principios de marzo afectaron a todos los distritos del sur, por lo que grandes áreas de toda la zona se han visto anegadas durante semanas”, relata.
Aprender de las inundaciones anteriores
Las lecciones que aprendió Labana al responder a las graves inundaciones en el área de Makhanga en 2008 y 2015 están siendo aprovechadas en los actuales esfuerzos nuestra respuesta de emergencia. “En 2015, cartografiamos las áreas de mayor riesgo y más propensas a inundaciones para concentrar nuestra respuesta, e identificamos a las personas con las que colaborar en la comunidad”, recuerda, y añade que estas relaciones nos han permitido acceder rápidamente a la zona, cuando las lluvias apenas habían comenzado, para evaluar la situación y planificar una respuesta inmediata con la comunidad, que ya disponía de cierta experiencia en la distribución de artículos de primera necesidad.
“En nuestras respuestas anteriores a inundaciones, compartimos información sobre cómo localizar y priorizar a las personas que necesitaban atención médica. En 2015 murieron muchas personas en esta área, pero este año las inundaciones se han cobrado menos vidas en parte gracias a que ahora la población sabe dónde encontrar terreno más elevado”, destaca.
El centro de salud de Makhanga sufrió graves inundaciones, pero Labana cree que nuestra experiencia en la respuesta a las inundaciones anteriores también fue útil aquí. “En 2015, muchos medicamentos quedaron empapados y se echaron a perder. En Médicos Sin Fronteras (MSF) elevamos la altura de los estantes para que los fármacos quedaran a salvo del agua, de modo que las existencias se salvaron esta vez”, dice.
Escasez de alimentos y agua potable
Las inundaciones de 2019 han provocado la pérdida de menos vidas, pero el daño causado a los hogares y los cultivos ha sido inmenso. “No solo se han perdido los cultivos, sino también los alimentos almacenados en los hogares en un área que ya requería ayuda alimentaria antes de las inundaciones. Las inundaciones han contribuido al hambre que ya existía la zona”, dice Labana.
La subida de las aguas también ha sumergido pozos y destruido las instalaciones de saneamiento, por lo que miles de personas tienen que hacer sus necesidades a la intemperie, por lo que existe un elevado riesgo de enfermedades transmitidas por el agua como la diarrea y el cólera es alto. Labana dice que los numerosos pantanos de la zona son criaderos de mosquitos, lo que pone a las personas en riesgo de contraer malaria. “La población de la región es vulnerable en términos de salud en este momento, en el que muchas personas están durmiendo al aire libre o en sus gallineros porque sus hogares han quedado arrasados”, explica Labana.
El pozo del centro de salud de Makhanga quedó contaminado por las aguas de la inundación, pero nuestro personal se las ha arreglado para limpiarlo y garantizar que el uso del agua sea más seguro. En otros lugares, los equipos de agua y saneamiento de MSF han estado distribuyendo cloro, limpiando puntos de suministro de agua y construyendo baños y duchas. “Nuestra principal preocupación es prevenir un brote de enfermedades diarreicas y cólera”, destaca Labana.
Dificultades para recibir atención médica
Las inundaciones en Makhanga han empujado a la mayoría de los trabajadores de salud del distrito a desplazarse a terrenos más elevados en el norte por motivos de seguridad, lo que ha aumentado la presión sobre los pocos trabajadores de salud restantes. “Al principio solo había un asistente médico del Ministerio de Salud y un auxiliar hospitalario. Para apoyarlos, dos miembros de nuestro personal proporcionan atención médica básica, servicios de VIH y vigilancia de enfermedades, con aproximadamente 150 consultas al día. Ahora estamos detectando muchas infecciones respiratorias y malaria”, dice Labana.
En colaboración con la Oficina de Salud del Distrito de Malaui, nuestro equipo médico ha creado una clínica externa para garantizar el acceso a servicios de atención de salud primaria y medicamentos para pacientes con enfermedades crónicas, incluido el VIH y la tuberculosis, que han perdido su medicación debido a las inundaciones.
“Estamos ofreciendo atención médica, servicios agua y saneamiento y artículos de primera necesidad y kits de higiene básicos, pero esperamos que otras organizaciones respondan en áreas que no podemos gestionar, como los alimentos. De cara al futuro, la comunidad de Makhanga va a necesitar mucho más apoyo”, afirma Labana.